Oriente empieza en El Cairo by Héctor Abad Faciolince

Oriente empieza en El Cairo by Héctor Abad Faciolince

autor:Héctor Abad Faciolince
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Otros, Novela
publicado: 2012-03-14T23:00:00+00:00


PARÉNTESIS EGIPCIO

El Cairo seguiría igual, apenas a medio abrir, ensimismado, hasta el final del Ramadán. Entonces resolvemos que durante esos días de letargo es el mejor período para cometer la única fuga de la ciudad que nos vamos a permitir en todo el viaje: el clásico crucero por el Nilo, de Luxor hasta Asuán, o mejor, de Tebas a Siena, pues ese no es un viaje en el Egipto de hoy, sino en el de hace tres mil o cuatro mil años, cuando las cosas tenían otro nombre y en las orillas del río vivían otros hombres. Soñamos, contra Heráclito, con bañarnos en las aguas del mismo río, y la ilusión nos la permiten los monumentos en piedra, que parecen detenidos en el tiempo, y el agua que fluye, pues esta ha sido y será siempre la misma. El elemento principal de este tipo de viaje por el Nilo, como dice Juan Goytisolo, consiste en «el cielo espléndido, los templos nubios, el trayecto por uno de los parajes más bellos y conmovedores del mundo».

Por unos días nos olvidamos de todo: la polvareda de El Cairo, el ruido de la vida actual, las multitudes, las amenas dificultades de lidiar con otra cultura, y nos sumergimos en ese pasado que emerge poderoso de las ruinas, y que para la mayoría de los occidentales es el sinónimo de Egipto, porque el de ahora, para ellos, o carece de importancia o ni siquiera existe. El viaje a Egipto que organizan las agencias de turismo suele ser al antiguo, al faraónico, a ese que por estar muerto y sepultado, adivinable o descifrable sólo por vestigios, es más fácil de encarar que el Egipto actual, duro y vivo, que no está hecho de inmóviles momias, sino de personas comunes y corrientes que no paran de moverse, de hablar, de preguntar o pedir, de molestar o sonreír, o en últimas, de demostrar que existen.

El barco que avanza solitario en la mitad de la corriente (sólo de vez en cuando nos cruzamos con otra mole turística, con una faluca aislada, con una lancha rápida de la policía), la distancia de la orilla, el puente situado sobre el último piso, especie de terraza que se mueve en el paisaje, todo contribuye a la sensación de estar aislados del mundo, metidos en un túnel del tiempo que nos devuelve a la historia remota. Vivimos en una burbuja, y es fácil suponer que todo sigue igual a como estaba hace cinco mil años. Qué importa que un alminar o los llamados a la oración a Alá de vez en cuando nos desmientan y nos informen que los dioses antiguos se murieron y otros nuevos han nacido. Qué importa que nos desmienta el ruido del motor, en vez del viento del norte que mueve las falucas desde hace cincuenta siglos. Ahí están las montañas áridas que se levantan con su forma natural de pirámide, en la orilla oriental; ahí están los campesinos intemporales que labran centímetro a centímetro la tierra verde de la otra orilla.



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